La única situación realmente horrible que enfrenté en estos días fue que el oxímetro me marcó en 66. Y desde luego que no podía respirar. Temblando busqué en google y encontré que con esos niveles debería estar muerta o haciendo una embolia.
Entonces, me arrastré al baño y vomité el agua que a duras penas me había bebido. Ahora menos podía respirar.
Cogí mi último aliento para tratar de pensar con cierto orden. No tendría tiempo de empacar, así que solo cogería el bolso y llamaría un Uber para dejar a Kola con su hermana para siempre, y luego al hospital, porque era evidente que ya no volvería a salir viva de cuidados intensivos.
Mientras me echaba agua en el rostro en el lavamanos me despedí mentalmente de Migomisma: Ha sido un honor haber luchado junto a usted, Mi Comandanta.
Y Migomisma me respondió: No hiciste ni la mitad de lo que podrías haber hecho, pero peleaste como las mejores.
Y tambaleando y hasta tumbando la mesita y el jugo de uvas, llegué hasta la cama para llamar al Uber. Ahí es cuando veo que el aparato maldito seguía prendido en la cama pero ya no decía 66, sino 99.
Lo había leído al revés! Mi oxígeno estaba en la cima del éxito y casi me muero pero de un infarto.
Cómo es posible que esto tenga pantalla giratoria y en esa caja con instrucciones en chino cómo va una a adivinar! Por Dios! Van a matar a alguien del susto en vez de Covid!
En fin, el 99 me devolvió el aliento para poder limpiar el reguero de uva y después desplomarme en la cama recordando las palabras que Migomisma acababa de amenazar con poner en mi lápida: "de lo que podrías haber hecho..."
Bueno, eso todavía está por verse.
Todo esto fue el miércoles.