1/28/2022

Oxígeno

La única situación realmente horrible que enfrenté en estos días fue que el oxímetro me marcó en 66. Y desde luego que no podía respirar. Temblando busqué en google y encontré que con esos niveles debería estar  muerta o haciendo una embolia. 

Entonces, me arrastré al baño y vomité el agua que a duras penas me había bebido. Ahora menos podía respirar. 

Cogí mi último aliento para tratar de pensar con cierto orden. No tendría tiempo de empacar, así que solo cogería el bolso y llamaría un Uber para dejar a Kola con su hermana para siempre, y luego al hospital, porque era evidente que ya no volvería a salir viva de cuidados intensivos.

Mientras me echaba agua en el rostro en el lavamanos me despedí mentalmente de Migomisma: Ha sido un honor haber luchado junto a usted, Mi Comandanta.

Y Migomisma me respondió: No hiciste ni la mitad de lo que podrías haber hecho, pero peleaste como las mejores.

Y tambaleando y hasta tumbando la mesita y el jugo de uvas, llegué hasta la cama para llamar al Uber. Ahí es cuando veo que el aparato maldito seguía prendido en la cama pero ya no decía 66, sino 99.

Lo había leído al revés! Mi oxígeno estaba en la cima del éxito y casi me muero pero de un infarto.

Cómo es posible que esto tenga pantalla giratoria y en esa caja con instrucciones en chino cómo va una a adivinar! Por Dios! Van a matar a alguien del susto en vez de Covid! 

En fin, el 99 me devolvió el aliento para poder limpiar el reguero de uva y después desplomarme en la cama recordando las palabras que Migomisma acababa de amenazar con poner en mi lápida: "de lo que podrías haber hecho..."

Bueno, eso todavía está por verse.

Todo esto fue el miércoles.

11/09/2021

Fiestas Matrias

Para qué preguntarle a Rubén Blades "por el significado de la palabra Patria".

Mejor pregúntale a José Martí: "Patria es Humanidad".
Mejor pregúntale por la Matria a esta Tierra que es nuestra no porque nos pertenece, sino porque le pertenecemos, y nos abriga, alimenta y cuida en igualdad. La Matria es el triunfo de esa Humanidad por encima de la violencia. No es que no haya Patria, es que se le fue la mano en balas. No es que no haya Patria, es que se quedó vacía de contenidos pero llena de escudos, sables y monumentos. No es que no haya más Patria, es solo que la vida entera se le quedó por fuera.
A la Matria se la defiende, pero no por orgullo, bandera y frontera, sino por la fuerza motriz del amor necesario por lo vivo.
Estos raros y duros días de amor y lucha por vivir en paz y en igualdad, contigo, conmigo, con nosotros; esas son mis Fiestas Matrias.


6/27/2021

Gótica

Mi hermana se enteró de que ya había sacado todo de mi antiguo apartamento en Panamá, y me llamó a Canadá para preguntarme otra vez por una chaqueta. Está convencida de que la olvidó en aquel apartamento en alguna visita:

— Era una chaqueta negra de raso y terciopelo con solapas y el cuello levantado, ¿no la recuerdas?

— No, no la recuerdo.


Claro que la recuerdo. En abril del 2007 me habían pagado el décimo y al día siguiente mi hija cumpliría 13 años. Lloviznaba y me fui caminando entre mojadas y refugiadas bordeando edificios hasta salir a la Vía España por el lado del Hotel Granada. Planeaba recorrer varios lugares pero justo en la esquina en la vidriera de la primera tienda vi el maniquí con esa hermosa chaqueta que me parecía sacada de Entrevista con el vampiro. 50 dólares, súper oferta, me dijo la vendedora. Nunca compraba ropa de más de $30, pero la imaginé puesta en mi hija: ¡Qué guapa se va a ver! Y qué guapa se vio. Me parecía la chica más sofisticada y gótica. Por varios años la llevaba puesta al cine y a todas partes, hasta que un día desapareció. 

Años después, un día mi hermana llegó del interior a visitarnos y la traía puesta. Le pregunté dónde la compró y dijo no recordarlo. No le dije nada. Mi hija declara que tal vez se la dio porque ya le apretaba o que cuando iba creciendo quizás fue quedando al fondo de su closet y su tía la tomaría en algún apuro, pero que no lo recuerda. Me quedé un poco triste.


Ahora, en medio del ruido de la estación de trenes, escucho el prolongado silencio de mi hermana al otro lado del teléfono:

— Vaya, entonces definitivamente perdí mi chaqueta —dijo, por fin resignada, desde Panamá.

—Así parece —respondí yo, desde Canadá. 


Cerré el teléfono. Lo guardé con delicadeza en el bolsillo de mi chaqueta negra de raso y terciopelo, y abordé el tren.


11/02/2020

Cinta

Ayer fui con Kola a un almacén de telas. No se veía un alma. Detrás de unos rollos apilados, la vendedora estaba agachada tratando de desatascar algo.

"Alguien puede atenderme?", pregunté. Pero ella no parecía dispuesta a salir si no valía la pena:

-- Quién eees? --preguntó

-- La Diabla. --respondí

-- Qué busca? 

-- Una cinta.

-- De qué color?

- Tricolor! Mi niño resultó por primera vez en el cuadro de honor! Y mañana desfila por video.

Entonces la vendedora malencarada asomó la cabeza y sacó una tijera de su delantal:

-- Estas son las de Cuadro de Honor: 1 pulgada y 1 1/2. Cuál quiere?

-- No, de esas no. --se quejó Kola decepcionado. Quiero de aquellas grandes... No, esa no, la otra. La más grande. Como la del Alcalde!

10/17/2020

A lo que iba

Lo que iba a hacer era presentar mi libro aquí, en el hermoso vestíbulo de la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, en Santiago de Veraguas. 

Después de esta foto, me despedí con un abrazo de mi amigo y hermano Quinto Herrera, quien me ayudaba a organizar la actividad. Acto seguido, me dirigí a la Biblioteca Pública de Santiago "Julio J. Fábrega", de la cual me hice miembra, y a sugerencia de la veterana funcionaria acepté pedir un primer libro. 

Pero se puede llevar los libros a su casa, insistía ella. Solo me interesa leerlos aquí, repetía yo; y elegí Crónica de caracoles, una novelaza histórica de mi maestra Mireya Hernández, de la cual había leído una versión electrónica que ella me compartió un tiempo antes de enviarlo al Miró que luego ganó, para ver qué me parecía. Y qué me iba a parecer! Si aquello era tamaña pieza para una enanita como yo. Ahora, muchos años después, lo tenía en mis manos en un libro oloroso a estante viejo, y me hundí sonriente en la silla y en la historia. 

En la mesa de al lado, un tipo hacía que otro firmara los papeles de un préstamo, y adyacente, una mujer que organizaba una rifa, logró conectarme un boleto. En diagonal, jóvenes de aire universitario derramaban sus libros y papeles. Una de las muchachas, quien vestía una nagua rosa, se desprendió del grupo y vino hasta mí con una sonrisa grande:"Eres Lilian!"

Ah, qué alegría, era la bióloga Noris Florez, ex becaria del programa de jóvenes que yo coordinaba, originaria de la Comarca Ngäbe-Buglé, provincia de Ñürüm, quien había venido a Santiago a concursar por una maestría para otro país, y que según oyó, ya casi estaba aprobada. Nos abrazamos fuerte, y ella es la última persona a la que he abrazado, fuera de mi familia. 

Rayos, pero si ya casi son las doce, Noris! Y corrí a recoger a Kola a una escuelita fantástica que le había conseguido de última hora. Salió contento y, de la mano, me contaba cómo estuvo su día.

Cuando estuvimos frente a los autobuses quedé paralizada un momento. Le confesé que en lugar de tomar el autobús a casa, tenía muchas ganas de tomar el de al lado con destino a Puerto Mutis para enseñarle el Golfo de Montijo y comer pescado hasta salarnos la lengua, dormir en un motelito, faltar a la escuela y volver al día siguiente con nuevos dibujos, los pantalones arremangados y una canasta de pescados frescos. Pero ese día yo no llevaba pantalones, y le dije a Kola que mejor lo haríamos mañana, y volvimos a casa a revisar sus cuadernos. Entonces, después de las tareas y la cena sin pescado y la ducha, cuando todavía nos secábamos el cabello con la toalla, fue que escuchamos esa noticia maldita: "Panamá confirma primera muerte por Coronavirus".



6/10/2020

Doblando la esquina

Hace frío. Es el tercer día que despierto a las 4 de la mañana desde que regresé a mi país de origen. Este pueblo, ardiente en el día, se vuelve muy frío después de la medianoche. No es como el frío del invierno de Toronto, pero sí como esas mañanas traicioneras de inicios de primavera, que te toman desprevenida con las brisas heladas del lago Ontario.

Me ajusto una pañoleta al cuello y aprieto los dedos adoloridos en el bolsillo de la chaqueta. Mi marido camina 4 o 5 metros delante de mí. Detrás, viendo la punta de mis botas, voy recitando Ñatore may, "que en pos de su hombre adusto marcha con lento andar". Cavilo me hiere que ya no tome mi mano como prometió. Caigo en cuenta de que mis dedos no duelen de frío sino de soledad. O tal vez solo sea artritis.

A lo largo de la avenida, una reparación de la calle avanza. Un trabajador de casco y chaleco que da instrucciones a los otros, me ve pasar y se aproxima un poco. Me pongo arisca, pero solo me dice lo que dice cualquiera que quiere ser amigable por un momento:

-- Hace frío, eh!
Qué bonito. Se parece a Robert Redford, un actor que le gustaba a mi madre...
-- Oh, sí, hace frío. --atino a responder.

El Redford camina a mi lado y me conversa, se dirige a la estación de trabajos de la otra cuadra. El viento no me deja escuchar todo lo que dice pero como me siento miserable, agradezco la compañía y casi quiero aferrar su mano. Hasta río de un chiste que apenas entiendo. Por ratos me mira, pero solo porque soy una novedad. Mi marido no se da cuenta de que llevo un trecho acompañada.

Pero en la esquina nos aguarda el semáforo y le aviso que ya no cruzo, que debo girar a la izquierda. 

-- Oh, claro, que tengas lindo día.  ---responde con la sonrisa rota del que no vio la derrota venir. 

Yo, en cambio, me despido alegre porque a los 43 años he quebrado la regla #1: Nunca hables con extraños.

Redford todavía me dice adiós con la mano, cuando corro un poco para alcanzar a mi marido y hacerle una amenaza:

-- Oye, Terry, un día de estos, no voy a doblar esa esquina!.

Terry mira hacia la esquina sin comprender. Y la gente que tenía voz y rostro ahora se  ha diluido en el semáforo, y en las sombras de mi habitación 5 mil millas al Sur en este pueblo calcinante pero de madrugadas heladas y traicioneras como las brisas del Lago Ontario.

3/19/2020

Todavía podemos ganar

Esta es mi abuela por sus últimos años de vida en una feria del pueblo. El señor de las apuestas la quiso engatusar pero ella lo engatusó a él. Le ganó tres veces con el número 7, y eso que el juego solo llegaba hasta el 6. Eso es porque mi abuela era una Jedi que te hacía una carantoña con los dedos diciendo: "estos no son los androides que buscas" y quedabas fuera de combate...
Ahora que ha llegado el fin del mundo, aparezco en la feria de un pueblo inexistente. Me descubro triste y extraviada entre el gentío, hasta que encuentro a mi abuela en una esquina. Trae puesto un sombrerito que acaba de robarse en un kiosco y sonríe porque está ganando todas las apuestas al 7 en un tablero que solo llega hasta el 6. "Todavía podemos ganar", me dice en cuanto me pongo a su lado, al tiempo que coloca su apuesta con fuerza por fuera del cuadro trazado, pero el tablero se voltea y todas las fichas salen volando. Como si aquello fuese el golpe de un conjuro, enseguida la feria y el gentío se esfuman, y vuelvo a aparecer en mi lecho, en esta noche sola, en este mismo pueblo mortalmente solo, pero todavía no es el fin. Todavía podemos ganar, solo hay que voltear el tablero.

2/09/2020

La letter Ti

Cuando me fijé era tarde y ya iban lejos. Mi hermano me pidió permiso para que mi hijo lo acompañara a la misa, y le dije que sí sin pensarlo. Solo me consolaba saber que Kola es despistado y no le presta mucha atención a casi nada que no entre en la línea de sus obsesiones. Así que aprovechó la misa para jugar con sus dedos y sus fantasías, y al finalizar, cruzaron a la casa cural.

--Dile a tu madre lo que pasó -le pidió mi hermano al volver, con cierta mirada de reprobación.

--Aaah -dijo Kola recordando por fin-, fuimos a ver a un viejito que estaba en una silla, que le decían El Padre.

--Dile a tu mamá lo que hizo el Padre.

--Cuando ya nos íbamos, me escribió en la frente la Letter Ti con su dedo.

--Te dije que no es la letter Ti, Nicolás. Es una cruz como la que te mostré en la punta de la torre de la iglesia -insiste mi hermano.

--Aaah  -corrige Kola risueño-,  yo pensaba que era la letter Ti, pero es un signo de Plus. Eso es para sumar, tío.

Entonces el tío se fue por ahí, negando con la cabeza, y Kola y yo nos sentamos a practicar matemáticas.

11/27/2019

1976

Por mucho tiempo pensé que había nacido en el lugar y momento equivocado, pero ahora creo que nací justo a tiempo porque en 1976 estaba de moda esa canción "Sereno es", del italiano Drupi, y la tarde de la desgracia, mi abuela picaba huesos de res en la cocina mientras escuchaba esa canción. Cuando tarareaba 🎵Sereno es en la cama estar un poco más, mientras tú en la cocina estás...🎵, mi abuela se preguntó por qué la niña todavía no se reanimaba si le había estado dando la medicina. Sin sacarse el delantal ensangrentado, se lavó las manos, se aproximó a tocarme y descubrió que yo estaba muerta. Muerta con solo dos años de edad. El grito estremeció la calle. 
En eso venía llegando su esposo, a quien llamábamos Papá Emilio. Era asistente del patólogo forense, así que me tomó el pulso. Enseguida leyó la dosis indicada en el frasco y le preguntó a mi abuela cómo me la había estado administrando.
- Como me lo encargó Elba esta mañana --dijo mi abuela--, cada dos horas.
- ¡Animal, la mataste! --gritó Emilio. ¡Era cada doce horas, no dos!
Papá Emilio me cogió en brazos rumbo al hospital junto con mi tía que también venía llegando en ese momento. Y mientras en el hospital de la Caja de Seguro Social me revivían y lavaban el estómago, mi abuela, que se había quedado en mitad de la sala con los ojos vacíos, bajó las escaleras y caminó hasta el DENI que quedaba a dos cuadras de casa, para entregarse a la policía. Al verla el director, que casualmente era primo de su esposo, le salió al paso:
- Por Dios, Fula, ¿tú qué haces aquí? --dijo sin quitar los ojos del delantal ensangrentado.
- Acabo de matar a mi nieta --gimió mi abuela devastada, y se lo contó todo.
Pero como el director se negó a detenerla, ella misma se metió en una celda vacía y cerró la reja, dispuesta a pagar condena. Y no quiso salir de allí aun al alba cuando Emilio fue a pedirle perdón por haberla ofendido.
- Por favor, la niña se salvó y está preguntando por ti --le suplicó una vez más. Y la puerta de la celda se abrió.
~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~. ~.
43 años después viajo de noche en un autobús hacia la ciudad de Santiago. El melancólico chofer pone esa canción y mi mente vuela como aquel pájaro de Borges que vuela hacia atrás “porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo”.

11/25/2019

Mujeres de Aguacate

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La madre de mi tatarabuela nació en 1850 y tuvo 3 hijos y 1 hija. Mi tatarabuela, nacida en 1874, tuvo 1 hijo y 1 hija. Mi bisabuela, nacida en 1890 tuvo 2 hijas. Mi abuela, nacida en 1923, parió 2 hijas; y su hermana, una.

¿Cómo se las ingeniaron estas mujeres para tener menos hijos e hijas que el promedio de su época? Fácil, aunque amargo. Después del último parto, rallaban la pepa del aguacate y con esto preparaban un té que bebían durante el puerperio de los 40 días. Santo remedio. Nunca más podían concebir. Eso es porque las ancianas de mi tribu eran médicas y ellas mismas se esterilizaban para que no las esclavizaran a través de la maternidad, según su creencia.

Podéis dudar de la historia o dudar del método, pero eso fue lo que hicieron las mujeres de mi vida. A mi madre, por cierto, mi abuela también le dio a beber este té tras el nacimiento de mi hermano Pacho. Lamentablemente, después de algunos días, mi madre ya no resistió más aquel brebaje e interrumpió el tratamiento. Entonces nací yo, que soy diezmecina porque, como es lógico, no quería nacer. Me quería quedar para siempre en el limbo de los aguacates.🥑

11/24/2019

Sabores fuertes

Estaba algo desganada por la falta de sabores fuertes en Toronto, cuando de pronto: invitación a un restaurante colombiano-salvadoreño. Bandeja paisa y tamal. Qué delicia! Y de fondo, puras canciones de Camilo Sesto y otros trágicos.

En lo que esperaba mi orden me quedé viendo la decoración estrafalaria del lugar y descubrí que había extrañado esos desastres estéticos que tanto me recuerdan a mi abuela con sus decoraciones sin ton ni son, cuyo clímax pervive en el altar de santos de nuestra casa en Veraguas y que para mí ya trascendieron al grado de reliquia. 

Mientras el noticiero anunciaba que Alan García se había pegado un tiro, Camilo Sesto gritaba que «Jamás, jamás he dejado de ser tuyo»… A lo mejor solo era maníaco-depresivo, pensé mientras cortaba el tamal. «Algo de mí se va muriendo. Quieeero vivir», cantaba luego Camilo Sesto. 

Quiero vivir! me dije yo también. Y me fui por la Saint Claire Avenue West comiéndome un dulce de la pastelería italiana. Eso fue el miércoles.


La trompeta

La ciudad de Toronto está poblada de artistas, soñadores y locos. El otro día, en una esquina, un hombre tocaba una trompeta con una pasión y fuerza que jamás he visto en otro músico en escenario alguno. Cada tanto el hombre se detenía un poco y, ofreciéndonos la trompeta, nos hacía señas a los viandantes de acercarnos a tocarla, pero nadie se animaba. El problema no era tanto que no fuésemos músicos, sino que el que único que podía ver esta trompeta era él. 

Y sonreí un poco porque en el fondo la locura de los otros no provoca burla sino alivio. Un alivio breve mientras sigo mi camino entre el gentío y el metro y los edificios, escuchando una música que no logro interpretarle al mundo porque solo es capaz de existir en mi alma. Solo unos pocos pueden oír la trompeta.

El vaticinio

Así como eran nuestras vidas de comunes y comunales, así fue la leída de manos que nos dio el brujo peruano a las mujeres de la ‎5-36, a viva voz y sesión abierta. Las vecinas me acariciaron el hombro con lástima cuando el brujo, asomado a la palma de mi mano, anunció que yo jamás me casaría. Pero mire aquí, decía él, mire cómo la pretenden los hombres y usted los barre a manotazos como a moscas; prefiere estar sola que mal acompañada. Y vea esto, dijo señalando otra parte de mi mano: usted está condenada. Pobre, dijo una de las vecinas. Está condenada a viajar, aclaró él, mire cuántos viajes. Pero como yo no había ido ni a Chiriquí, las vecinas comenzaron a perderle confianza. Y miren esto, señoras: ¡Dinero! Esta niña va a amasar una buena fortuna. Allí las mujeres ya se fueron dispersando, muy claras en que yo no tenía ni para el pasaje. Qué estafador, murmuró una. Está inventando, dijo la otra. Mientras yo me inclinaba sobre mi mano en busca de los signos, pero no había más que microbios y la punta de un lápiz Mongol N°2 mal enterrada.
En estas cosas pensé hoy que me llamaron para proponerme mi próximo destino. Es una ciudad codiciada, pero eso me da de lado. Preferiría que me mandaran al Perú, solo para buscar al brujo que me leyó la mano a los 17 años, y cogerlo por el pescuezo hasta que me dijera dónde está mi plata.

La más lista

En la sede del partido trabajaba una compañera que se había hecho la fama de no ser muy aplicada en el trabajo y, en general, los jefes no le asignaban mayores deberes, porque la tomaban por poco lista. Y así, mientras las otras tres asistentes vivíamos ahogadas de tareas, ella tamborileaba los dedos sobre el escritorio, daba vueltas en la silla giratoria y de vez en cuando nos contaba alguna novedad política; papel que valorábamos altamente, aun cuando no levantáramos la vista.
Un día, el Secretario General entró con un abogado asesor, Coronel retirado de las extintas Fuerzas de Defensa, indicándonos que éste se sumaría al equipo, y nos conminaba a darle una buena acogida, cosa que desobedecimos, al menos al principio. Y cada vez que el hombre nos pedía apoyo en una tarea, alegábamos estar ocupadas, incluso la que se limaba las uñas.
Una vez el tipo entra y nos pregunta quién le puede pasar en limpio una nota. La jefa de las asistentes ejecutivas lo miró con la arrogancia suficiente para recordarle que ella solo atendía al Secretario General. Yo iba a ofrecerme por pena, pero la supervisora me metió un codazo y tuve que alegar exceso de tareas, que tampoco era mentira. ¿Y tú?, le preguntó a la segunda. Yo estoy con lo de los delegados, se defendió. ¿Y tú?, le preguntó a la tercera. Yo estoy trabajando la correspondencia, dijo. ¿Y tú, muy ocupada?, le preguntó sarcástico a la que miraba el techo. Yo estoy con esto, dijo ella abriendo rápidamente un folder vacío.

El Coronel por primera vez en un mes, se veía sacado de quicio, dio una media vuelta perfecta con taconeo y salió de la oficina sin despedirse, dejando un ligero portazo tras de sí. Entonces la vagota, que en ese momento cerraba el folder y se estiraba para ponerse a girar en la silla, lanzó la frase fatídica: «El coronel no tiene quien le escriba».
Y nos reímos hasta el llanto como por tres días seguidos. Pero cuando la risa se me fue agotando, fue que caí en cuenta que en verdad la supuesta tonta era la más lista de todas.

3/12/2019

El puente roto

«No es un lunes cualquiera, es mi primer día de secundaria.» «Apenas nos hemos terminado de formar en el orden y ya se escuchó el porrazo del primer desmayado en caer al suelo.» «Pienso que saludar la bandera en ayunas o con la mente poco clara debe servir a algún propósito mayor.» «Creo que uno no debería saludar banderas cuando no ha comido.» «En la primaria yo era una niña, pero ahora soy solo una cifra.» Estas son algunas de las frases del relato monólogo El puente roto, un texto sobre al adultocentrismo, la desigualdad social y las relaciones de poder, con el cual abre mi segundo libro: La escuela sobre las aguas.

El relato completo ha sido publicado por el diario La Estrella de Panamá y puede ser leído en el siguiente enlace: El puente roto

La escuela sobre las aguas - Video

Con la participación de un centenar de personas, el 31 de enero de 2019 en la Biblioteca de la Universidad de Panamá, se realizó el lanzamiento mi segundo libro de narrativa, La escuela sobre las aguas

En el video podrán escuchar las magníficas intervenciones de la socióloga Alibel Pizarro y el docente José Cambra y la lectura del texto La casa materna, de mi viva voz. 

El libro está a la venta en La Casa del Escritor (librería del INAC), ubicada en el Arco Chato en Calle 3a San Felipe, en el café Mentiritas Blancas detrás del restaurante Trapiche de Vía Argentina y por Amazon en el enlace https://t.co/EM25GmqR2g

7/28/2018

La muerte del General

Hace 28 años cuando mi difunta abuela supo que al general depuesto se había asilado en la nunciatura apostólica y de ahí lo sacarían directo hacia Miami sin enfrentar un juicio en su propio país, nos pidió que la lleváramos a las entradas de la nunciatura porque, según ella, empujando entre el golpe de gente, quería alcanzar a darle aunque sea un arañazo.
Por supuesto que en mitad de la tragedia que estábamos viviendo pasados pocos días de la invasión armada y con un pariente desaparecido, no la llevamos a participar de ninguna turbamulta.
Esta madrugada, antes de que despertara y me trajeran los periódicos  con la noticia de que el General había muerto, mi abuela muerta volvió a  visitarme en sueños. Venía saliendo de un túnel oscuro del más allá y traía esas uñas larguísimas que tuvo hasta muy vieja, y me dijo:
— ¡Mija, despierta, despierta!  ¡¿Adivina a quién le acabo de meter un arañazo?!

11/09/2017

Viejo, vieja, vejez...

Viejo. Vieja. Vejez. ¡Qué palabras tan bellas! y tan vituperadas. Me resisto a borrarlas de mi diccionario. Tus manos viejas, tu rostro viejo, la casa vieja. Cómo no ver la virtud que entrañan. 

Hace unos meses leía una trilogía -tal vez algo comercial pero no poco profunda- llamada Los juegos del hambre, cuya adolescente protagonista, en cierto momento, decía que los habitantes de Capitol, el centro de poder de su mundo post apocalíptico, todo el tiempo se hacían cirugías para que jamás se les notara lo viejo porque para ellos era una vergüenza. En cambio, en su lejano Distrito 12, que era el de los mineros en donde la gente moría todavía joven, la persona vieja era la más apreciada, y la comunidad les veía con admiración tratando de comprender de qué estaban hechos y cuáles eran las claves de la supervivencia. 

Cuando quiero a alguien de avanzada edad, en mi mente le considero viejo o vieja en un precioso concepto, pero no se lo digo, porque en una sociedad de humanidad atrofiada y que crece sin memoria, que ignora sus historias y que, finalmente, desprecia y desecha a sus mayores, difícilmente tomarían a bien una de las más bellas palabras, para mí, una de alta estima, tal vez la más alta. Tu rostro viejo, tus manos viejas, nuestra casa vieja.

Migrar en invierno

Nuestra Señora de Croacia, decía en el frontispicio. Verifiqué la dirección que traía anotada; no había error. Me quise ir en cuanto ví que se trataba de una iglesia pero hacía frío y ya había gastado dinero y energías para llegar ahí. 
--Tal vez hasta tengan café y chocolate caliente -pensé para animarme. 
En todo caso, eran los únicos que estaban ofreciendo cursos gratuitos de perfeccionamiento de inglés sin importar el estatus migratorio y sin hacer preguntas.

--Pero qué clase de inglés me podría ayudar a perfeccionar esta gente? -me pregunté al entrar.
Había café y chocolate caliente. Me alegré mucho. Migrar al frío sin dinero, sin esperanza alguna y en pleno invierno, reduce notablemente las expectativas y todo se limita a lo básico. Me senté en una banca sin saber todavía si me iban a pulir el inglés, a catequizar o a reclutar para una nueva guerra. Éramos pocos, así que volví a servirme chocolate mientras los encargados discutían alguna cosa entre ellos en croata. Quise volver a dudar de la potencialidad del curso pero me prometí no juzgar más a priori.
Hoy, después de 8 meses, puedo comprobar que ese curso no me ayudó a perfeccionar casi nada mi inglés. Pero aprendí croata y hasta me ofrecieron un empleo. En realidad me ofrecieron tres: dos trabajos intelectuales y uno manual. Por supuesto que me aseguré de tomar el tercero. Consiste en lavar la loza de un restaurante pequeño, sola en un rincón de ventanita redonda como las de los barcos y con la que se puede alucinar que del otro lado está el Mediterráneo. Desde una silla, me supervisa una abuela croata que por ratos despierta de su siesta. Le hago alguna pregunta en su lengua y ella se desata a contarme sus memorias. 

--Es cierto todo eso? -le pregunto de cuando en cuando.
--Claro que es cierto! -riposta ella.

En verdad le entiendo la mitad de lo que me dice y a la otra mitad le asiento con la cabeza. Después se aburre y calla por horas y otra vez me quedo a solas con este trabajo que siempre soñé, con mis manos haciendo pompas de jabón y la visita intermitente de aquella abuela del más allá, mientras vuelo por ciudades, fábricas, trenes, escuelas, bosques, mares y caminos. Por fin puedo escribir.

Dos muchachas


En 1939, una muchacha del interior va caminando por una de las calles de la capital panameña, cuando se encuentra frente a frente con otra muchacha de su pueblo. Se abrazan con lágrimas en el rostro porque pensaron que jamás volverían a verse. Una de ellas escapó hace un año en busca de un nuevo mundo sin que se supiera de su paradero y la otra fue traída hace pocos días por un pariente lejano. Ahora se enganchan del brazo y caminan por las aceras. Van conversando y viéndolo todo y, de repente, una de ellas frena al pasar por un zaguán porque algo la llama. Al final del pasillo oscuro se puede ver un patio soleado y un hombre maniobrando con un extraño aparato. Es un fotógrafo! Vamos! le dice mi abuela a su amiga. Señor, cuánto nos cobra por una fotografía? Nunca se han hecho una foto. Rebuscan en sus monederos y juntan los reales. Tú mejor te sientas, Manuela, le dice Constanza a mi abuela. No se muevan! dice el fotógrafo metido bajo un trapo negro. Estalla una luz, y las dos amigas saltan juntas a la inmortalidad.

2/12/2017

Be my Valentine

Febrero, 2014. 

Pronto será día de enamorados. Como cierto sujeto por fin ya no está en nuestras vidas, respiraré aliviada porque el año pasado no disfruté nada de la cena con ese gentío en el restaurante jurando amor eterno. Al volver a casa, vomité. Algo me afectó y sospecho que fue la factura de $100 dólares. 

Este año será lindo. Mi hija Ambar y yo haremos pasta a nuestro gusto y sacaremos la mesita para cenar en el balcón. 

Si la brisa es muy fuerte un bocado de espagueti saldrá volando antes de llegar a mi boca; lo he visto en Los Tres Chiflados pero con una ráfaga de abanico. 

Luego me quedaré viendo lejos y me preguntaré cómo estará eso en la terminal de transportes con todos esos muchachos del Panamá mestizo y mulato llevando el invariable osito de peluche blanco con corazón rojo de encajes que dice I love you; y en los ojos, el brillo de la ilusión. 

Olvidando que el osito es un mandato del mercado, por un momento amaré "lo popular". 

Brindaremos con ese vino raro que compré solo porque quiero la botella para florero. 

El pequeño Kola nos preguntará qué estamos tomando y, en un acto de autoritarismo, le diré una mentira verdadera: es un remedio.

Luego de acostarle, nos sentaremos a ver El Padrino y una vez más me quedaré dormida mientras acribillan a Sonny.

12/21/2016

Fieras

Mi abuela decía que para que un perro te cuide bien hay que ponerle un nombre de fiera. He pensado en conseguirme un perro enorme, terrible y ponerle de nombre Asesino y dejarlo rondar el patio para intimidar. Pero enseguida recuerdo una conversación. Fue cuando estaba en el segundo curso de literatura con la maestra Mireya Hernández. 
Una tarde, mientras trabajábamos en alguna práctica, una mujer que se me sentaba en diagonal adelante, gira la cabeza por encima de su hombro y me llama:
- Pst, pst!
- ¿Qué?
- Sabes que yo trabajo en la cárcel, ¿verdad?
- Sí, lo sé.
- ¿Sabes lo que me dijo un ladrón? 
Niego con la cabeza esperando a ver qué secreto universal me trae hoy.
- Bueno, el otro día después de cerrar nuestra entrevista me dijo: Licen, un consejo de cortesía: "Perro chiquito, Licen, de los que duermen adentro con almohadita. Perro grande no, porque con ese nosotros hacemos lo que nos da la gana, pero esos demonios chiquitos no paran de hacer su tremendo escándalo por toda la casa y como están adentro uno no los puede aquietar. Dificultan mucho el trabajo, Licen."
~ ~ ~
No contesté, solo fui a la última página de la libreta, y anoté: 
"Perro chiquito. No olvidar."
 

La mano zombi

Es la mañana de domingo. Kola me sacude varias veces hasta que abro los ojos y este objeto me salta en primer plano. Luego, la hermosa voz: 
-Te hice esta mano de zombi que está despertando. Felicidades, mamá. 
-Qué linda es, le digo mientras regreso del más allá. ¿Qué día es, qué celebramos? 
-Que amaneció, mamá, ¡amaneció!. Y se va corriendo, dejándome a solas con la mano que reverdeció después de la muerte. 

10/29/2015

La cara mala


Intimidad
Hay secretos tan guardados, tan profundos, tan oscuros y tan íntimos, que uno sólo se los contaría a un taxista.


Sombras
Soy un libro abierto, no tengo secretos sombríos ni nada que esconder. He borrado toda evidencia.

Excelencia
Qué aburrido es comer frutas y vegetales, respetar la autoridad, estar sobrio, andar con pura gente bien, sacar buenas notas, llevar la ropa almidonada y aceptar "la voluntad de las mayorías", es como estar muertos... Oh madre, virgen y santa, te confieso que he vivido!

Doble moral
Cuando uno no quiere corromperse, uno no se corrompe. Véanme a mi que viví cinco años en Vía Venetto rodeada de cantinas, centros de apuestas, clínicas clandestinas, casinos, prostíbulos, puestos de marihuana, piratería, tatuajes, piercing, tiendas eróticas, bailarines nudistas y refugios de indocumentados. Y aunque no lo crean, en todo ese tiempo, a mi jamás me dio por hacerme piercing.

Constancia
En realidad si nunca me dí a la bebida, al cigarrillo o a las drogas ilícitas, no ha sido por fuerza de voluntad ni por moralismo alguno. Lo que pasa es que siempre he carecido de la disciplina y la constancia necesarias para cultivar tales vicios. Nunca llegaré a entender cómo hay gente que sin falta puede fumar todos los días, beber todos los fines de semana o terminar una maestría. En verdad hay gente admirable.

Traicioneros
Como yo también ha traicionado, supongo que era un trato justo. Nos quitamos las camisas y nos vimos las espaldas: en cada quien, un sinfín de puñaladas. Deberíamos sacar un seguro contra puñaladas, pero nadie querría asegurarnos.

10/28/2015

Li Bonita

Me siento mal, quiero mi cama. Ahí donde es posible flotar en un mar de estrellas y volver a nacer. Anda, léeme a Sabines. Aquel hombre de México me abrazaba y me leía a Sabines. Me decía Li Bonita. Fue hace mucho. Los hombres ya ni abrazan, pero él me abrazaba por todos los que jamás lo harían. ¿Sabes de qué trabajo Li Bonita? Buena pregunta después de un mes, ¿de qué trabajas? Soy Secretario de Estado. ¿Del pinche Fox? Pos sí. ¡Maldita sea, sos de derecha! Pero lo perdoné, porque me abrazaba y me acariciaba el pelo y me decía Li Bonita y era grande y yo pequeñita, y me escribía cuentos en los que la muchacha se llamaba Li. ¿Qué más me has ocultado; tienes esposa verdad? No hablemos de eso Li Bonita, déjame que te cuide. Y me leía en sus brazos y las líneas eran maravillosas y mis enfermedades imaginarias se iban disipando. Pero han pasado muchos años y estoy en Tegus, harta, sola y enferma.  Entonces un fantasma me abraza, una voz me visita y comienza a leerme: "Los amorosos callan, el amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable..." y me voy quedando dormida en un abrazo imaginario, en un abrazo grande, y yo pequeñita.

El caro precio

Día lindo. Rumbo a las esclusas de Miraflores. Voy manejando con el rock y la sonrisa. Supongo no es tan lindo para quienes trabajar por Clayton es una penitencia, pero para mi una reunión allá es un paseo a Disneylandia. Siempre me tardo más de la cuenta en volver a la oficina porque me quedo tonteando en el camino y paro a cada rato para observar cualquier cosa o hacer alguna foto. Ya le he confesado a mi jefe y se encogió de hombros pues le importa los productos: Allá tú, es tu tiempo, luego tú misma debes compensártelo. Y sí, siempre me toca pagar caro la menor distracción, pero las pago con gusto porque es pagar el precio de la felicidad.

Vaticinio

Hace varias semanas le pregunté al tarot si me iba a volver a enamorar. Claro que sí -me dice-, tendrás una gran pasión con un artista. ¡Nooo, no, por favor, fuerzas del universo, por lo que más quieran: un artista no! Lo último que necesito es un desempleado.

8/26/2015

Indígenas

Antes de la llegada de los invasores, los indígenas no eran indígenas, eran lo que eran. Aunque la raíz indi parte de un error, yo uso el término Pueblos Indígenas porque lo que reivindico no es tanto el origen étnico y territorial, ni el haber llegado primero al continente. Lo que reivindico son los más de 500 años de lucha y resistencia como clase pueblo frente al opresor hegemónico. Por eso el día de los pueblos indígenas de Abya Yala no lo deciden las Naciones Unidas, lo marca el día uno de la invasión y el exterminio: 12 de octubre de 1492.

Sra. Vivian

Ya he hecho toda una carrera en esto de dar hospedajes. Casi me siento como la madre de Forest Gump, solo espero no tener que acostarme con el director de la escuela. Por ahora las inquilinas me han compensado con creces la falta de un marido co-proveedor y sin celos ni engaños en juego. Por las demás necesidades, una cuarentona se las arregla por sí y ahora hasta tengo en el cable unos canales porno. En cuanto a trabajos pesados he hallado apoyo en el personal del edificio. Hice buenas migas con el señor Etelvino que tiene una cuchilla de McGiver y ni qué decir con la joven Adelina que mide como 1 metro 80 y hasta me ha declarado solemne: "Sra. Vivian, usted es una de mis mejores amigas en este edificio". Después de eso yo no tengo corazón para decirle que no me llamo Vivian. Total que podría serlo porque la nueva inquilina me dice ya Sra. Vivian también. Cero y van dos. Le consulté a Migomisma por este nombre falso y se encogió de hombros, así que lo tomé como un visto bueno. El nombre importa pero no me contiene. Es esta esencia indescifrable, esta libreta nueva, el regreso a mi pequeño jardín y estas furiosas ganas de vivir. 

7/28/2015

Tierra Santa

Fuego
El veía con temor que mi fuego era un fuego extraño que jamás se extinguía. ¿Sería una visión producto de todas las drogas que se había metido? De cualquier modo había llegado la hora de cruzar el umbral, así que le llamé por su nombre y le dije: 
-- Acércate, pero quítate la ropa porque la cama que tocas, santa es.
(De mi versión de La Biblia, Libro del Éxodo)

Jueves Santo
Después de una madrugada maldita, fue delicioso robarse el sueño de 4 a 7 y despertar apacible como si no hubiesen ya escombros en mi alma. Lástima que al rato comenzaron a taladrar y martillar en el piso de arriba. Tengo ganas de subir a decirles que lo que hacen es un pecado imperdonable porque hoy Jesús de Nazareth padecía ya suplicio. Podría hacerlo, ellos no saben que soy agnóstica. Hasta podría acusarlos con Mel Gibson. También podría llamar al administrador para decirle que hoy muchos estamos ya en días de descanso, pero se va a acordar que le debo el mantenimiento del mes y saldría trasquilada. Me tendré que bajar al jacuzzi hasta mediodía, así no tenga el menor deseo de agua y burbujas. Y en este jacuzzi ni siquiera dejan beber para olvidar. Esto no es vida. Por suerte todavía queda el motel Paris, y recordad lo que decía Emil Ciorán sobre París: "el único lugar en el que la desesperación es soportable". Ahora el metro hasta le corre por encima a ese motel y la gente te pasa saludando.

Sincretismo
Llegó la semana santa. Estoy lista para quemarme la boca de tanto comer pescado salado para gorrear dulces raros en las casas ajenas y para ver "películas de Dios" con traducción ezpañola. Cierto que no soy creyente, pero la gente que me rodea lo es. Algo tengo que sacarle a la dominación. Mi abuela amaba las "películas de Dios" y yo la amaba a ella. Eso explica -en parte- el sincretismo.

Peregrinación


Después de Carnaval es la fiesta del Nazareno de Atalaya. Cada año pongo un puesto de café en el pueblo y atiendo cantidad de gente. Básicamente para humillar mi soberbia y cazar historias. 39 grados de calor en el día,  pero la noche es helada. De madrugada le despacho a algún policía solitario que me da reporte de situación. Mis mejores clientes son los indígenas Ngäbe-Buglé, que a esa hora duermen en alfombra humana sobre la yerba de ese gran parque alrededor de la iglesia. El Opus Dei, las cadenas de televisión y los políticos pasarán temprano al día siguiente con la familia, la propiedad privada y el Estado. El pueblo viene por la fe, los microempresarios vienen por el negocio de la buhonería y las instituciones vienen por el negocio de la dominación.

Resistencia

De la cuenta de facebook de mi institución me han pedido amistad. Por supuesto que se las negué, no faltaba más. Por todos es sabido que a la gente del trabajo es mejor mantenerla a raya en facebook. 
-- Cuidado y se van a enojar -me advierte preocupada mi tía. Pero le digo que pierda cuidado, que la solicitud la mando yo misma. 
-- Y entonces para qué te la mandas? -me dice. 
-- ¡Pues por el puro gusto de decirles que no!

Preparación

¿Se acuerdan cuando dijeron que un día todos hablaríamos un idioma universal llamado esperanto? Pues para estar listo, un amigo mío aprendió esperanto. Y se quedó esperanto.

Zorras en la carretera

En abril de 1994 nació mi hija y, al poco, las elecciones de mayo. Voté por Toro, porque si él ganaba yo conseguiría un empleo, es la verdad. Pero no sería un favor, no me pagaría él, sino el resto de trabajadores y trabajadoras, pues trabajaría para el Estado. Y los otros candidatos y partidos tampoco estaban muy buenos. Rubén Blades, me gustaba, pero como para sacarlo a bailar. Mis intereses económicos no estarían con él porque yo no vivía de ideales democráticos sino de realidades. Las ciencias políticas serían un lujo al que yo accedería después, ya mejor alimentada.
 
En cuanto ganó Toro, después de una batalla intransigente de mi tía -cuyo esposo, mi tío, ingeniero del IRHE, había sido asesinado en la invasión-, me contrataron en el IRHE por $335 mensuales, pero de personal de contingencia, sin permanencia, como recepcionista en la estación gerencial de Panamá Este, más allá de San Pedro #2. 
 
Entraba a las 6:30 a.m. Le daba pecho a Ambar a las 4:00 a.m. y mi abuela le daba Nestógeno por el resto del día. El viaje desde el centro de la ciudad era algo largo. Abordaba el autobús a las 4:30 a.m. y me bajaba a las 6:05 toda despelucada. Me sacudía un poco el cabello y emprendía una caminata de menos de un kilómetro, corta pero mortal. No había aceras, pero tampoco un llano para andar, sino que tocaba caminar por la orillita de la carretera. A un lado los trailers me pasaban rozando el codo, despeinándome un poco más y, al otro lado, un barranco pedregoso me sonreía. Después bajaba por una calle curva bien asfaltada bordeada por herbazales más altos que yo, hasta que se abría un claro y divisabas el pequeño edificio, los camiones y las antenas. Había que andarse con tino y con tacones no muy altos, pero tacones al fin y vestido de falda por la prestancia que requería el cargo.
 
En cuanto el jefe de personal me vio, no se anduvo con titubeos. Se metió en mi cabina de operaciones telefónicas y me dijo algo que me ofende todavía, sobre todo porque yo no lo entendí entonces y casi me disculpaba con él por existir. Me advirtió que ahí trabajaban 200 hombres y solo 3 mujeres. Que las otras dos eran jefas y estaban casadas. Que fuera yo muy prudente con mi conducta porque la anterior recepcionista se enredó con un par de tipos de las cuadrillas que eran casados, y había causado tantos problemas que tuvieron que despedirla. 
 
Y yo ahí, todavía sacudiéndome mi trajecito rojo, y rogando que no fuera él a ver el polvo de la carretera en mis zapatos, diciéndole que cómo cree, que yo solo quiero dedicarme con esmero a mi trabajo, que tengo una niña de meses, que no se preocupe, que yo no les voy a hacer caso, que así será como usted dice señor, me daré a respetar, y así, una chorrada de perdones. 
 
Y cada mediodía y cada tarde, cuando los de las cuadrillas iban pasando por mi ventanilla en busca de sus papeles o de mensajes, yo les recibía con un carón del ancho de la puerta, ceño fruncido, lenguaje tajante, labios apretados y mirada de desprecio; dejándoles claro que yo no sería el pedazo de carne que ellos esperaban, defendiendo a muerte mi puesto de trabajo. Un trabajo muy agotador, porque era triple y quíntuple, porque una mujer que al mundo le parezca siquiera un poco guapa es sospechosa, y para pasar ilesa, no se puede dar el lujo de hablar con hombres, mucho menos de salir. Debes hacer grandes esfuerzos para que no vayan a decir que eres "zorra". Esfuerzos inútiles, hasta que te cansas, porque de todas maneras te van a destrozar sin siquiera conocerte.
 
Veinticinco años después pasé por ahí y las calles siguen rotas, y siguen los camiones y el barranco pedregoso; y el mundo sigue cazando zorras, porque son malas, aunque no les conozcas son malas y hay que prenderles fuego vivas, aunque lo único que quieran es cruzar la carretera de la muerte con sus crías.

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(c) Lilian Guevara. Cartas de una obrera.
Borradores en estado bruto y crudo.

Abogados

Solo por apoyar a unos amigos que estaban en la contienda, por primera me dirigí a votar en las elecciones del Colegio Nacional de Abogados, en las que los abogados y abogadas agremiados en dicho cuerpo eligen a su nueva junta directiva. 

Después de hacer paciente fila como todos los demás, los que entregaban las papeletas me salieron con que no podía votar. Me indigné y les dije que iría a instancias más altas. Enseguida varios profesionales del gremio se fueron aglomerando y se formó la algarabía:

-- ¡Oye, dejen a la colega votar! -gritaba uno. 
-- ¡Eso es una injusticia! -exclamaba otro.

Pero la batalla fue inútil, no me dejaron pasar, así que decidí retirarme. Ya saliendo me abordaron los periodistas: 

-- ¿Qué piensa hacer? 
Como estaba muy conmocionada, les dije que aún no lo sabía. 

-- ¿Pero qué razón de peso le han dado? interpeló otro. 

-- Ninguna, joven. Simplemente se han empeñado en no dejarme votar porque no soy abogada.

La Copa Rota

"¿Por quién dobla la pelota?" Claro que un penal tramposo da para detestar a un equipo adversario por los próximos mundiales y por generaciones enteras porque el rencor futbolero también tiene categoría histórico política, pero lo que está podrido es el sistema. La profunda crisis de legitimidad institucional y la hegemonía de poderes fácticos también se expresa en el fútbol. Otro escenario de evidencia de una crisis global de poder, el arraigado autoritarismo y su modus funcional, la corrupción. Pero se va terminando la era de los colosos invencibles, se acerca la hora de las insurrecciones, de la volteada del tablero, la re definición de las reglas del juego. México, su pueblo, sigue doliendo por el genocidio que vive y Panamá sigue viviendo el secuestro de una pandilla de gánsters de las 15 familias que concentran el poder económico y político. "¿Por quién doblan las campañas? Doblan por tí"

La creación de un mundo

Cuando leí Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, era una niña. Le presté atención a cada detalle y recuerdo que cuando narró la escena en la que Luisa Santiaga aferró la mano de su hijo para atravesar a toda velocidad una plaza, pude sentir la angustia, el carácter y la mano huesuda de mi propia madre y me dije: esta mujer es la madre del escritor. Muchos años después, cuando me obsequiaron Vivir para contarla, el autor revela que Luisa Santiaga era su propia madre y él era el chico al que arrastraba de la mano. Sonreí satisfecha, no por haber adivinado, ni que fuera gran vaina, sino por afirmarme una fe en la literatura. Para mí, el triunfo de la literatura -como el de la música- no es vender libros y discos, sino alcanzar el poder de colocar al otro en el estado emocional del autor o autora de la obra. Además de la difícil tarea de crear un mundo, lograr que otros puedan entrar a él. Algunas pocas veces hay quienes lograron más: que los otros interiorizaran este mundo fugaz eternamente. Quienes llegan a crear eternidades ya pasaron al nivel de diosas y dioses, aunque seguramente ni les importe o nunca se dieron cuenta, como Van Gogh o Bizet.