6/27/2021

Gótica

Mi hermana se enteró de que ya había sacado todo de mi antiguo apartamento en Panamá, y me llamó a Canadá para preguntarme otra vez por una chaqueta. Está convencida de que la olvidó en aquel apartamento en alguna visita:

— Era una chaqueta negra de raso y terciopelo con solapas y el cuello levantado, ¿no la recuerdas?

— No, no la recuerdo.


Claro que la recuerdo. En abril del 2007 me habían pagado el décimo y al día siguiente mi hija cumpliría 13 años. Lloviznaba y me fui caminando entre mojadas y refugiadas bordeando edificios hasta salir a la Vía España por el lado del Hotel Granada. Planeaba recorrer varios lugares pero justo en la esquina en la vidriera de la primera tienda vi el maniquí con esa hermosa chaqueta que me parecía sacada de Entrevista con el vampiro. 50 dólares, súper oferta, me dijo la vendedora. Nunca compraba ropa de más de $30, pero la imaginé puesta en mi hija: ¡Qué guapa se va a ver! Y qué guapa se vio. Me parecía la chica más sofisticada y gótica. Por varios años la llevaba puesta al cine y a todas partes, hasta que un día desapareció. 

Años después, un día mi hermana llegó del interior a visitarnos y la traía puesta. Le pregunté dónde la compró y dijo no recordarlo. No le dije nada. Mi hija declara que tal vez se la dio porque ya le apretaba o que cuando iba creciendo quizás fue quedando al fondo de su closet y su tía la tomaría en algún apuro, pero que no lo recuerda. Me quedé un poco triste.


Ahora, en medio del ruido de la estación de trenes, escucho el prolongado silencio de mi hermana al otro lado del teléfono:

— Vaya, entonces definitivamente perdí mi chaqueta —dijo, por fin resignada, desde Panamá.

—Así parece —respondí yo, desde Canadá. 


Cerré el teléfono. Lo guardé con delicadeza en el bolsillo de mi chaqueta negra de raso y terciopelo, y abordé el tren.