11/13/2012

Primer mundo

Rumbo Sur
No puedo seguir gastando euros a este ritmo o en pocos días ya no tendré para comer. Pero qué me importa quedarme sin comer en Berlín si cuando éramos chicos y no teníamos para comer, yo nunca pensé que un día llegaría a Berlín. Puerta de Brandenburgo, Alezanderplatz, Postdamerplatz, Monumento a Marx y Engels, Plaza Rosa Luxemburgo, Memorial del Holocausto, Museo de la RDA, el Reichstag, el Bundestag, la DGB... Ahora recostada en una de las ruinas del Muro de Berlín me siento a descansar mientras escucho la canción Go West y los ojos se me aguan porque yo no soy del este ni del oeste, sino del sur. No, definitivamente no soy una turista. Creo que me vino bien este viaje justo ahora que ya no me quedaba el aliento de luchar por ningún proyecto colectivo, así que pronto me puse de pie y retomé mi camino porque en casa me esperan dos hijos, el final de una novela y un continente por liberarse.

Primer mundo
Es casi invierno. Todos visten negro y gris. Pero el frío que me duele es la distancia cultural. Debería estar feliz con este nivel de disciplina, estética y bienestar. Pero algo me pone infinitamente triste. Acá compruebas que cualquier vaca suiza come mejor que la mayoría de nuestros niños, y te da rabia y solo piensas en terminar el informe, recoger tus fotos y volver a casa porque esto no te da ninguna risa.

Aunque a uno le guste
Leí que fue estando en Europa cuando el General Torrijos le dijo al Sargento Martínez: "Chuchú, vámonos de aquí, que esto ya me está gustando"... Una década más tarde, Chuchú explicaría: "porque una cosa es que a uno le guste, y otra es que a uno le guste que le guste". Así que mejor me marcho...

Código nórdico
Avanzo con mis manos en los bolsillos del abrigo y noto que acá los tipos te miran de un modo en que no sabes si te desean o si te desean matar.
Debí quedarme
Debí quedarme en México comiendo gusanos en el desierto. O en París en esa pensión de mala muerte. O en aquel ático en Bruselas donde era posible escribirlo todo. O en Guate en esa cabaña que arrasó el Mitch. Notas tu inutilidad cultural, política, histórica y hasta ecosistémica, pero tu ego o el amor te traen de vuelta porque acá ilusoriamente eres importante. Y allá eres lo que eres.