10/17/2020

A lo que iba

Lo que iba a hacer era presentar mi libro aquí, en el hermoso vestíbulo de la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, en Santiago de Veraguas. 

Después de esta foto, me despedí con un abrazo de mi amigo y hermano Quinto Herrera, quien me ayudaba a organizar la actividad. Acto seguido, me dirigí a la Biblioteca Pública de Santiago "Julio J. Fábrega", de la cual me hice miembra, y a sugerencia de la veterana funcionaria acepté pedir un primer libro. 

Pero se puede llevar los libros a su casa, insistía ella. Solo me interesa leerlos aquí, repetía yo; y elegí Crónica de caracoles, una novelaza histórica de mi maestra Mireya Hernández, de la cual había leído una versión electrónica que ella me compartió un tiempo antes de enviarlo al Miró que luego ganó, para ver qué me parecía. Y qué me iba a parecer! Si aquello era tamaña pieza para una enanita como yo. Ahora, muchos años después, lo tenía en mis manos en un libro oloroso a estante viejo, y me hundí sonriente en la silla y en la historia. 

En la mesa de al lado, un tipo hacía que otro firmara los papeles de un préstamo, y adyacente, una mujer que organizaba una rifa, logró conectarme un boleto. En diagonal, jóvenes de aire universitario derramaban sus libros y papeles. Una de las muchachas, quien vestía una nagua rosa, se desprendió del grupo y vino hasta mí con una sonrisa grande:"Eres Lilian!"

Ah, qué alegría, era la bióloga Noris Florez, ex becaria del programa de jóvenes que yo coordinaba, originaria de la Comarca Ngäbe-Buglé, provincia de Ñürüm, quien había venido a Santiago a concursar por una maestría para otro país, y que según oyó, ya casi estaba aprobada. Nos abrazamos fuerte, y ella es la última persona a la que he abrazado, fuera de mi familia. 

Rayos, pero si ya casi son las doce, Noris! Y corrí a recoger a Kola a una escuelita fantástica que le había conseguido de última hora. Salió contento y, de la mano, me contaba cómo estuvo su día.

Cuando estuvimos frente a los autobuses quedé paralizada un momento. Le confesé que en lugar de tomar el autobús a casa, tenía muchas ganas de tomar el de al lado con destino a Puerto Mutis para enseñarle el Golfo de Montijo y comer pescado hasta salarnos la lengua, dormir en un motelito, faltar a la escuela y volver al día siguiente con nuevos dibujos, los pantalones arremangados y una canasta de pescados frescos. Pero ese día yo no llevaba pantalones, y le dije a Kola que mejor lo haríamos mañana, y volvimos a casa a revisar sus cuadernos. Entonces, después de las tareas y la cena sin pescado y la ducha, cuando todavía nos secábamos el cabello con la toalla, fue que escuchamos esa noticia maldita: "Panamá confirma primera muerte por Coronavirus".