Es la mañana de domingo. Kola me sacude varias veces hasta que abro los ojos y este objeto me salta en primer plano. Luego, la hermosa voz:
-Te hice esta mano de zombi que está despertando. Felicidades, mamá.
-Qué linda es, le digo mientras regreso del más allá. ¿Qué día es, qué celebramos?
-Que amaneció, mamá, ¡amaneció!. Y se va corriendo, dejándome a solas con la mano que reverdeció después de la muerte.